Román comenzaba a mostrar su magia al mundo...
La pisa, la amasa
Riquelme llenó la cancha de belleza en media horita. La puso abajo de la suela y empezó a sacar conejos de la galera. La joyita fue el gol que le regaló a Palermo.
Christian Colonna DESDE ESPAÑA. |
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Román ya es uno de esos pibes que está listo para seducir a las potencias del fútbol mundial, especialmente después de lo que hizo ayer contra el Barcelona. Porque, otra vez, jugó a la pelota y al fútbol como si estuviese caminando por la calle de su barrio. Sin importarle el rival o los colores que se le paren enfrente, él siempre se mantiene con su idea de mirar y acariciar la pelota. Ayer lo dejó claro otra vez en su media hora contra el Barsa de Louis Van Gaal, mostrándole en vivo y en directo al primer mundo que está para las grandes ligas.
Esa media hora de fútbol de alto nivel le puede servir a Román para instalarse en el plano internacional y ser, para la próxima temporada, una fija en el mercado de pases. Los sistemas y los esquemas de juego pueden variar, pero cada país tiene su mística futbolera. España se destaca por tener potencias, caso Barcelona y Real Madrid, armadas en base a millones y millones de dólares. Y, en el otro extremo, equipos de menor porte que se rinden ante los jefes. Igualmente, y a diferencia del juego que se ve en Argentina, la idea es menos agresiva y más liberal. Un jugador como Riquelme, entonces, podría encajar perfecto en esa movida, donde en cima hay dos semanas más con el libro de pases abierto. Le sería más fácil que en la esquematización italiana o en la dureza inglesa.
Riquelme puede porque a su realidad indiscutida en el fútbol criollo, ya le agregó un pantallazo de despegue internacional jugando una buena Copa América con la Selección de Bielsa. Y pese a que no quiere irse del país, se sabe que los billetes terminan ganando todas las pulseadas.
La historia cierra.
Desde la llegada de Carlos Bianchi a Boca, a mediados del año pasado, Riquelme empezó con su explosión. Cuando la etapa de Veira llegaba a su fin, el chico de San Fernando se encontraba en su peor momento. Apenas si había quebrado parte de su cascarón en su debut, allá por noviembre del 96, en una lujosa exhibición frente a Unión de Santa Fe. O en aquellos recordados superclásicos del 97, desconsiéndola en el 3 a 3 del Monumental y manejando los hilos en el 2 a 1, cuando también en cancha de River entró por Diego Maradona.
Pero en esos tiempos, Romy no jugaba seguido, no era tenido en cuenta por el Bambino y su única alegría estaba en las selecciones de José Pekerman. Ahí, con la celeste y blanca, se le veían sus mejores firuletes. Los suficientes como para ser figura en sus tres conquistas de juvenil: el Sudamericano del 97, el Mundial de Malasia Sub 20 de ese mismo año y el torneo de Toulon Sub 21 del 98. Pero Riquelme seguía endeudado futbolísticamente con la azul y oro. Hasta que en su vida apareció el Virrey y, gracias al aporte físico del Profe Julio Santella, el pibe se hizo grande de verdad. Desde sus primeras actuaciones en el primer torneo ganado por el Boca de Bianchi, Riquelme demostró que era otro.
El campeonato Clausura 99 fue su gran fiesta. De punta a punta, lo jugó en un nivel extraordinario. Con clase, precisión y gol. De ésos que se le habían visto con la selección juvenil, de tiro libre o con pelota en movimiento. De cerca y de lejos. Lo suficiente como para ser el mejor de todos y, a pesar de su galopante timidez, sacar chapa de ídolo vitalicio. Una condición que había peleado en sus primeros años, pero que recién pudo recibir ahora.
Mirá lo que hace.
Pisotear la pelota como lo hizo ayer ante los defensores del Barcelona no es para cualquiera. Eso habla de frialdad y calidad, dos características que valen para los jugadores que están un escalón (o varios) arriba del resto. De entrada nomás, la agarró sobre la izquierda, cerca de la raya y en campo catalán. Allí la ablandó como para sacarle jugo, como si fuese una naranja. Con eso calentó su botín derecho, el mismo con el que un rato después le iba a servir el gol a Martín Palermo. Cuando picó solo por la derecha, se acercó al arquero, paró y miró. Sí, adentro del área, a pasitos del arco. Con tres dedos, se la puso en el pie al Loco. De galera y bastón.
Un rato de fútbol de vuelo internacional, como el que vía Europa va a tomarse Juan Román Riquelme si sigue jugando así...
Fuente: http://old.ole.com.ar/diario/1999/08/12/r-00401c.htm
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